sábado, 30 de marzo de 2013

Habemus archiepiscopus

Nací en 1970, de madre creyente y padre ateo, y, por decisión de mi padre, no recibí educación religiosa en mi infancia y adolescencia (mis padres habían recibido los sacramentos católicos básicos en su niñez y mocedad). Pero siempre supe que, de abrazar formalmente una religión, esa sería la católica, profesada con cierta devoción por ciertos miembros de mi familia paterna. Solicité y recibí el bautismo en junio de 1992.
Un frío sábado de 1990, un paseo me sorprendió en la puerta de la Catedral Metropolitana, embanderada con colores argentinos y vaticanos con motivo de la asunción de monseñor Antonio Quarracino como nuevo arzobispo de Buenos Aires, por designación del papa Juan Pablo II, quien, al año siguiente, lo crearía cardenal, convirtiéndolo en primado de la Argentina. Poco después de mi bautismo, Quarracino se apersonó en mi parroquia de Catalinas Sur, para oficiar una ordenación presbiteral en una atestada capilla, con toda la solemnidad del caso. Una de las preguntas rituales arzobispales me quedó grabada: ¿Sabes si es digno? Quarracino dirigía esa pregunta al presbítero que le pedía que ordenara al nuevo sacerdote. A fines de 1996, volvería a ver a Quarracino por mi zona de residencia de aquel entonces, con motivo de la misa infantil oficiada por el arzobispo en la Bombonera. Fue la última vez que lo tuve cerca. Falleció el 28 de febrero de 1998, siendo sucedido por monseñor Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco.

A Quarracino lo sucedió un futuro Papa. No parece ser ése el destino de Bergoglio, cuya designación papal lo ha obligado a designar un nuevo arzobispo de Buenos Aires, en la persona del obispo de Santa Rosa de La Pampa, monseñor Mario Poli. Para la vasta Humanidad no europea, no es poca cosa haber llegado a la Pascua de 2013 con el primer papa no europeo designado en trece siglos. Para la vasta Humanidad hispanófona, no es poca cosa haber llegado a la Pascua de 2013 con el primer papa hispanófono designado en cinco centurias. Para la enorme Humanidad no italiana, no es poca cosa haber llegado a la Pascua de 2013 sin haber tenido un pontífice itálico en 35 años. Para los porteños, no es poca cosa haber llegado a la Pascua de 2013 habiendo podido aplicar el latinismo Habemus papa a un papa argentino y porteño, quince días antes de poder aplicar el latinismo Habemus archiepiscopus a la rápida supresión de la incómoda vacancia arzobispal porteña.

 

 

Monseñor Mario Poli

viernes, 29 de marzo de 2013

Lavapiés franciscano


En marzo de 1989, visité la capital española, en vísperas de mi decimonoveno cumpleaños, durante el tramo final de mi primer periplo europeo, compartido con mis padres y mi hermana. Durante mi estancia madrileña, visité a una tía abuela mía, hermana de mi abuela materna, llamada Raquel, apodada Betty y radicada en Europa desde 1977 (hoy, a sus 86 lúcidos años, reside en París, tras haber vivido en Barcelona y Madrid). En la capital hispana, la tía Betty habitaba el pintoresco barrio madrileño de Lavapiés, patria chica de su madre (española emigrada a la Argentina a los 16 años). Veinticuatro años después, intento recabar información adicional sobre Lavapiés, tras la reciente estancia porteña de mi tía abuela, valiéndome para ello de la maravilla de Internet, inexistente en tiempos de mi estancia madrileña (para bien y mal de una Humanidad que no siempre utiliza debidamente sus descubrimientos). Según la Red, Lavapiés fue originariamente una judería madrileña, con una sinagoga erigida en el solar actualmente ocupada por la Iglesia de San Lorenzo. En 1391 la judería de Lavapiés fue víctima de un violento pogromo. Los Reyes Católicos ordenaron cercar  la judería de Lavapiés con una muralla con puertas cerradas al anochecer. En 1492, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos de la Península Ibérica, suprimiendo la comunidad judeo-madrileña.  Muchos judíos de Lavapiés optaron por convertirse al cristianismo y adoptar el nombre cristiano de Manuel, generando la denominación de manolo aplicada al madrileño de Lavapiés, rivalizado con los chulapos del barrio madrileño de Universidad, originariamente apodado barrio de las Maravillas[1] y posteriormente rebautizado por el ingenio popular como Malasaña, denominación procedente del nombre de Manuela Malasaña[2], joven costurera asesinada por las tropas franco-napoleónicas apostadas en el Madrid de 1808. Los pobladores de Lavapiés parecen haber sido fervorosos defensores de la Segunda República Española, llegando a incendiar unas escuelas de Lavapiés copadas en 1936 por elementos falangistas, que disparaban contra los transeúntes desde el interior de los establecimientos educativos incendiados por los republicanos de Lavapiés y convertidos en biblioteca en 2002. A finales del decenio de 1980, Lavapiés parece haber sido un barrio habitado exclusivamente por gente mayor (mi tía abuela ya pasaba de los sesenta años cuando la visité en su hogar madrileño).  En años posteriores, la abundancia de casas abandonadas o de renta baja parece haber atraído a numerosos jóvenes de escasos recursos y fomentado la ocupación ilegal de inmuebles deshabitados.  Los bajos alquileres de Lavapiés también parecen haber atraído a numerosos inmigrantes chinos y musulmanes, generando una interesante multiculturalidad, explicativa del surgimiento de un Lavapiés atravesado por celebraciones de Ramadán o Año Nuevo chino de mayor resonancia que los festejos navideños. El nombre de Lavapiés parece provenir de una fuente de plaza utilizada por los judíos de Lavapiés para lavar ritualmente sus pies antes de acudir a la sinagoga arrasada por los cristianos antijudíos españoles, cuya existencia pareció deplorar el papa argentino Francisco I al lavar los pies de doce internos de una cárcel romana de menores en el Jueves Santo de 2013. Entre los pies lavados por Francisco I figuraban pies de no europeos (y hasta de no cristianos). El papa Bergoglio es, como es sabido, hijo de inmigrantes italianos radicados en la Argentina de la primera mitad del siglo XX, quienes, sin duda, debieron soportar sufridamente prejuicios similares a los soportados por los pobladores migratorios del barrio madrileño. Aunque jesuita, el flamante pontífice sudamericano denotó una humildad franciscana al lavar los pies de los desdichados jóvenes reclusos de la Ciudad Eterna.

Francisco I lavando los pies de menores presos en Roma (Jueves Santo-28.03.2013)



Notas:

[1] Denominación proveniente del nombre de la madrileña iglesia de Nuestra Señora de Las Maravillas (también conocida como iglesia de los Santos Justo y Pastor). Cf. http://es.wikipedia.org/wiki/Lavapi%C3%A9s. (N.del a.-comp.)    

[2] Cf.http://es.wikipedia.org/wiki/Malasa%C3%B1a. (N.del a.-comp.)