martes, 30 de abril de 2013

Holando argentina

Para la niña Máxima Zorreguieta, el término  “Holando argentina” no debía pasar de designar las obesas vacas blanquinegras exhibidas anualmente en la pista de tierra de la Exposición Rural, recorrida por su padre Jorge Zorreguieta, secretario de Agricultura, en un añoso automóvil descapotable compartido por  Zorreguieta padre con su tocayo y máximo superior jerárquico gubernativo, el todopoderoso dictador Jorge Rafael Videla. Lejos debía estar Maximita de vaticinar que, más de treinta años después,  el término  “Holando argentina” designaría a Máxima como la primera reina holandesa de origen argentino, coronada menos de dos meses después de la conversión de su compatriota Jorge Bergoglio en el primer papa argentino.
 “Sé un buen español, pero no olvides que naciste francés”, dijo, en 1700, el rey francés Luis XIV a su nieto Felipe de Anjou, coronado rey de España bajo el nombre de Felipe V. Yo diría a Máxima: “Sé una buena holandesa, pero no olvides que naciste argentina”. Que el término  “Holando argentina” designe a algo más que una vaca de buen porte o una reina holandesa de origen argentino. Que el término  “Holando argentina” represente,  ante todo, la posibilidad de combinar dignamente la argentinidad con componentes de otras nacionalidades. En 1992 presencié una ordenación presbiteral oficiada por monseñor Antonio Quarracino, predecesor arzobispal inmediato del papa Francisco. Un prelado debía, con toda la solemnidad del caso, pedir al arzobispo de Buenos Aires que ordenase al nuevo presbítero. Quarracino debía contestar gravemente a la petición con una pregunta ritual: “¿Sabes si es digno?” “Doy fe de que es digno", debía replicar el peticionante, con idéntica gravedad.
Alguien debe haber dado fe de que monseñor Jorge Bergoglio era digno de la alta investidura papal. Alguien debe haber dado fe de que Máxima  Zorreguieta era digna de la alta investidura principesco-real en el ámbito neerlandés. Santidad, Majestad, sus compatriotas les pedimos que no nos decepcionen.  Que el término  “Holando argentina” designe a algo más que una vaca de buen porte, por muy exquisitos bistecs argentinos que pueda proveer dicho vacuno a la mesa papal y a las mesas de la familia real holandesa y sus súbditos.
Máxima Zorreguieta en su coronación como reina de Holanda (Amsterdam, 30.04.2013)

sábado, 27 de abril de 2013

Nobleza de espíritu

El galicismo noblesse de robe (nobleza de toga) designa una clase social francesa surgida a mediados del siglo XV, tras la Guerra de los Cien Años y la Peste Negra, cuando la autoridad real había resentido grandemente el prestigio e influencia de la nobleza tradicional francesa (la denominada noblesse d'épée o "nobleza de espada"). Para afianzar su autoridad, Luis XI  y otros monarcas tardomedievales franceses propusieron crear una administración real centralizada, debiendo abolir muchos privilegios feudales regionales. 
La creciente influencia local e internacional de la corona francesa acrecentó las necesidades fiscales de la administración monárquica francesa, que intentó aumentar sus ingresos mediante una compraventa de cargos públicos acompañada de un ennoblecimiento del comprador, tornado vitalicio para familias que mantuviesen un mismo cargo durante tres generaciones sucesivas, a lo largo de veinte años. La corona francesa mantendría regularmente esa política de venta de cargos durante los siglos subsiguientes, con el consiguiente surgimiento de una nueva clase social privilegiada, la nobleza de toga. Hacia mediados del siglo XVII, la ingerencia social de la nobleza de toga representaba un obstáculo para el absolutismo monárquico promovido por la dinastía borbónica, cuyas reformas no suprimieron totalmente la compraventa de cargos públicos, la cual, interrumpida por la Revolución Francesa, se reanudó bajo el primer Imperio Napoleónico y la restauración borbónica de 1814-1830.
En la Argentina, la nobleza de espada mantuvo cuestionablemente su ingerencia social por la vía golpista ensayada por la corporación castrense durante cerca de medio siglo. El peso social de la noblesse d'épée argentina se vería progresivamente reducido por la restauración democrática de 1983 y sus apreciables consecuencias a largo plazo. El actual peso social del militar argentino es cuasi-insignificante. El actual militar argentino promedio tiende a aceptar resignadamente su menguada ingerencia.
No se advierte similar resignación entre los miembros de la corporación jurídica argentina.  Quizá a algunos de sus integrantes les haya molestado esa falta de humildad en su gremio. En una escena de la deliciosa película argentina Derecho de familia, título aparentemente denunciatorio de los odiosos matices nepotistas de la noblesse de robe, el joven abogado judeo-argentino Ariel Perelman, encarnado por Daniel Hendler, disimula a duras penas su muy justificable repugnancia ante las cuestionables chicanas jurídicas de su padre-colega Bernardo Perelman y otros pares, quienes instan a Ariel a sumarse al estudio jurídico de su progenitor, cuyo último cumpleaños celebran con las variadas vituallas servidas por un fondista amigo, entre ellas unos caracoles que repugnan tanto a Ariel como las anacrónicas pretensiones de nobleza de toga argentina sustentadas, durante el primer decenio del siglo XXI, por los contertulios-colegas de Ariel, quien se granjea las indisimuladas miradas de lástima dirigidas a un Ariel que dice preferir la dignidad de su defensoría de pobres y ausentes y su labor docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
La humildad de Ariel no parece tener muchos ecos en una corporación jurídica argentina  actualmente indignada por la pérdida de privilegios aparentemente sacrosantos que acarrearía la materialización de la reforma judicial promovida por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, encumbrada integrante de la corporación jurídica argentina. El espíritu elitista de la noblesse de robe  argentina parece mortalmente ofendido por la propuesta de su prominente colega, no exenta de sentido común.
El Poder Judicial no tiene coronita. Es un poder del Estado y no una nobleza de toga. Un título de abogado no es el equivalente republicano de un título nobiliario. Recordemos esa escena de JFK, gran película de Oliver Stone, en la que Kevin Costner, caracterizado como el célebre fiscal Jim Garrison, revela, en un diálogo callejero, el carácter electivo de su fiscalía, denotando que los Estados Unidos ya albergaban funcionarios judiciales electivos en el decenio de 1960. Si yo, votante porteño, puedo expresar, voto mediante, a quién quiero de Presidente, Jefe de Gobierno o legislador nacional o porteño, bien puedo expresar, sufragio mediante, a quién quiero en el Consejo de la Magistratura. La nobleza de espíritu es la única nobleza realmente noble.


Derecho de familia (afiche anglófono)

miércoles, 24 de abril de 2013

Simétricas porfías


El papa Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo, disfrutada por otros adultos mayores. El celibato sacerdotal católico le obligó a renunciar a formar su pequeña familia y ocuparse de la enorme familia eclesiástica. Tras quince años al frente de la populosa diócesis porteña, Francisco se ha visto obligado, en plena vejez, a situarse al frente de la gigantesca comunidad católica mundial.
Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo y, tal vez por eso, sea que la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, señora Estela de Carlotto, haya experimentado una cierta emoción al acercarse al papa argentino en la habitual audiencia pública vaticano-papal de los miércoles. Si Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo, Estela y muchas Abuelas de Plaza de Mayo fueron obligadas por la peor dictadura argentina a postergar la gratificación de la abuelidad y emprender la angustiosa búsqueda de sus hijos biológicos y políticos y de sus nietos. Que muchas Abuelas han extendido hasta el día de hoy, cuando otras mujeres lúcidas de su edad gozan del hecho de ser bisabuelas. O, caídas en las garras del Alzheimer, reciben en sus geriátricos la visita de sus nietos y biznietos, aunque no los reconozcan, como me pasó con mi abuela paterna, que, afectada de Alzheimer y Parkinson, pasó los últimos cinco años de su larga vida en distintos hogares de ancianos, creyendo que aún habitaba su casa de soltera, abandonada por mi abuela al desposar a mi abuelo en 1940. Falleció sin haber conocido a su biznieto Nippur, hijo de mi hermana, nacido el anteaño. Desde que nació Nippur, todos los años deposito, sobre la tumba de mis abuelos, ofrendas flores acompañadas de una foto de mi sobrino, con la ilusión, quizá ingenua, de que las almas de mis abuelos sepan que tienen un biznieto.
Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo. Muchas Abuelas de Plaza de Mayo podrían morir sin haber conocido a sus nietos. No les une el amor, sino el espanto, diría Borges. Que, por cierto, nunca tuvo la dicha de ser abuelo, aunque recibiera en su casa, durante la pesadilla procesista, a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, repuesto del desengaño por el fiasco resultante de su almuerzo de 1977 con Jorge Rafael Videla. Borges nunca tuvo la dicha de ser abuelo. Según él, por haberse aplicado a las simétricas porfías de un arte propenso a entretejer naderías[1].
El papa Francisco con Estela de Carlotto (Ciudad del Vaticano, 24.04.2013)



[1] Palabras del poema El remordimiento, compuesto en 1975 por un Borges desolado por la agónica muerte de su cuasi-centenaria madre, doña Leonor Acevedo de Borges. Cf. http://www.poemas-del-alma.com/el-remordimiento.htm. (N.del a.)


domingo, 14 de abril de 2013

Dis cordia



El hispanismo discordia proviene del latinismo dis cordia (que significa “dos corazones”). El habla popular hispanoparlante concibe efectivamente dos corazones: el anatómico y el sentimental.   
El principio de autonomía siempre ha sido caro al corazón sentimental de los presuntos bien pensantes porteños, quienes constituyen menos del diez por ciento de la actual población de la Argentina, pero siguen actuando como si equipararan porteñidad con argentinidad, como si la Argentina terminase en la Avenida General Paz, como si el suelo argentino se limitara a los escasos doscientos kilómetros cuadrados de territorio porteño y los porteños no pudiesen tolerar que les adicionen otros casi tres millones de kilómetros cuadrados de Argentina continental, un millón de kilómetros cuadrados de Argentina antártica y doce mil kilómetros cuadrados de territorio malvínico, con sus casi cuarenta millones de habitantes.
Al caer Juan Manuel de Rosas, los liberales porteños se negaron enconadamente a sumarse a la Confederación urquicista, presidida por Justo José de Urquiza desde su feudo entrerriano, y no cejaron en su vil intento hasta lograr la deposición de Urquiza en Pavón. En 1880, el Congreso sancionó la ley de federalización de la ciudad de Buenos Aires, cuyo texto fue impreso en hojas enrojecidas por la sangre de las tres mil vidas humanas segadas por el conflicto entre el roquista bando federalizador y el tejedorista bando antifederalizador, mientras el pueblo bonaerense de Belgrano, hoy devenido en barrio porteño y baluarte de los presuntos bien pensantes porteños, oficiaba de capital provisional de la República y albergue de un Nicolás Avellaneda forzado a sobrellevar un reñido final de presidencia.
Durante el siglo XX, la Universidad Nacional de Buenos Aires y el Poder Judicial de la Nación empezaron a corporizar el apego de los presuntos bien pensantes porteños al principio de autonomía. De allí la tendencia de los presuntos bien pensantes porteños a suprimir el adjetivo calificativo nacional al aludir a la Universidad Nacional de Buenos Aires y llamarla “Universidad de Buenos Aires” a secas, (o, simplemente, UBA), sin que ello les impulsara a eliminar el vocablo nacional al invocar el Colegio Nacional de Buenos Aires, prestigiosa escuela media paradójicamente dependiente de la UBA y reducto cuasi-sesquicentenario de numerosos presuntos bien pensantes porteños, recientemente analizado por Alicia Méndez en su libro El Colegio. La formación de una élite meritocrática en el Nacional Buenos Aires. Élite meritocrática: término tan caro al corazón sentimental de los presuntos bien pensantes porteños como el principio de autonomía.
A los habitantes del populoso conurbano bonaerense no parece molestarles considerar nacionales a las universidades públicas del Gran Buenos Aires. No tienen inconveniente en incluir la N de Nacional al invocar las siglas de las universidades públicas del conurbano. Como tampoco parece molestarles a los demás habitantes de las provincias argentinas, actualmente dotadas de sendas universidades públicas. Al menos en lo tocante a dicha cuestión, el provinciano promedio denota fehacientemente una cierta capacidad de compatibilizar recíprocamente los corazones anatómicos y sentimentales.  Ese no parece ser el caso de los presuntos bien pensantes porteños, a quienes el vocablo nacional parece resultar altamente ofensivo a un principio de autonomía presuntamente sacrosanto y alusivo al confuso status jurídico investido por la capital argentina desde su elevación al rango de “ciudad autónoma”, decidida por los constitucionalistas porteños de 1996. Los presuntos bien pensantes porteños evocan las intervenciones padecidas por la UBA de épocas pretéritas como criminales atropellos contra un principio de autonomía necesariamente relativizable en aras de la evitación de una anarquía netamente perjudicial para el funcionamiento de la democracia.
La autonomía judicial también es un principio caro al corazón de los presuntos bien pensantes porteños, cuyos prominentes multimedios los están secundando previsiblemente en sus protestas contra un gobierno nacional que, en menos de lo que canta un gallo, ha anunciado su decisión de obligar a los presuntos bien pensantes porteños a blanquear a sus mucamas y aceptar que sus empleadas domésticas tengan tanto derecho a trabajar en blanco y elegir a sus jueces como a elegir a sus presidentes, gobernadores, intendentes, diputados o concejales. Demasiado anuncio junto para los presuntos bien pensantes porteños,  quienes ya deben estar reservando turno en las unidades coronarias de elegantes hospitales privados porteños. No vaya a ser que, de prosperar el proyecto presidencial de ley de reforma judicial, el corazón anatómico de los presuntos bien pensantes porteños se vea tan dañado como su deteriorado corazón sentimental.
Crispijn van de Passe II. Discordia (1ª mitad del siglo XVII)