lunes, 1 de abril de 2013

Otra historia





Rosa Isidora González Delgado de Sáenz Peña Lahitte en el jardín de invierno de la Casa Rosada (c.1911)

 

Buenos Aires, enero de 1948. En su casa de la porteña avenida Santa Fe, agoniza la cuasi-nonagenaria Rosa Isidora González Delgado de Sáenz Peña Lahitte, viuda del presidente argentino Roque José Antonio Sáenz Peña Lahitte. No lejos de allí, María Eva Duarte de Perón, esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón, trajina incansablemente en aras de la causa de su marido, haciendo caso omiso del implacable calor estival porteño. En una Argentina poblada por mujeres frecuentemente obligadas a limitarse a esperar que algún varón pida su mano, María Eva ha decidido convertirse en mano derecha de su encumbrado consorte, cuya mano ha firmado muchos papeles desde su primera asunción presidencial, entre ellos la promulgación de la ley nacional de sufragio femenino, complemento de la ley federal de voto masculino promulgada el 13 de febrero de 1912 por el marido de Rosa Isidora. Pronto se cumplirán treinta y seis años del acto histórico efectuado por el marido de Rosa Isidora, aunque su viuda no vivirá para presenciar el magno aniversario[1].

Rosa Isidora jamás ejercerá el derecho que su marido decidió limitar a los varones. Está muy vieja y próxima a expirar. Aunque mucho más joven que Rosa Isidora, María Eva tendrá una sola ocasión para ejercer el derecho cívico extendido por su esposo a las mujeres. Y deberá conformarse con ejercerlo desde una cama de hospital, en las garras del cáncer que la llevará a la tumba a la edad de Cristo, tras una agonía dolorosa como la Crucifixión.

El sol estival de enero de 1948 golpea tan duramente a la gran urbe porteña como al pequeño pueblo bonaerense de Chascomús, donde un joven lugareño llamado Raúl Ricardo Alfonsín hace sus primeros pininos políticos en un comité radical. Raúl Ricardo ha optado, a nivel político, por el partido de procedencia de Hipólito Yrigoyen, primer presidente elegido al amparo de la ley electoral promulgada por el marido de Rosa Isidora. El joven chascomusense también será un presidente elegido al amparo de dicha ley, reforzada, en el caso de Raúl Ricardo, por la ley electoral promulgada por el marido de María Eva. Pero, en ese tórrido enero de 1948, Raúl Ricardo está, indudablemente, muy lejos de vaticinar su futura presidencia o su fallecimiento en una casa muy cercana a la casa mortuoria de Rosa Isidora.

Con el correr de las décadas, Rosa Isidora, María Eva y Raúl Ricardo serán vecinos de sepultura en el porteño Cementerio de la Recoleta. Pero esa ya es otra historia.

    

 

   

 


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