El galicismo noblesse
de robe (nobleza de toga)
designa una clase social francesa surgida
a mediados del siglo XV, tras la Guerra de los Cien Años y la Peste
Negra, cuando la autoridad real había resentido grandemente el prestigio e influencia de la nobleza
tradicional francesa (la denominada noblesse
d'épée o "nobleza de espada"). Para afianzar su autoridad, Luis XI y otros monarcas tardomedievales franceses propusieron crear
una administración real centralizada, debiendo abolir muchos privilegios
feudales regionales.
La creciente influencia local e internacional
de la corona francesa acrecentó las necesidades fiscales de la
administración monárquica francesa, que intentó aumentar sus ingresos mediante
una compraventa de cargos públicos acompañada de un ennoblecimiento del
comprador, tornado vitalicio para familias que mantuviesen un mismo cargo
durante tres generaciones sucesivas, a lo largo de veinte años. La corona francesa mantendría
regularmente esa política de venta de cargos durante los siglos subsiguientes, con
el consiguiente surgimiento de una nueva clase social privilegiada, la nobleza de toga. Hacia mediados del
siglo XVII, la ingerencia social de la nobleza
de toga representaba un obstáculo para el absolutismo monárquico
promovido por la dinastía borbónica, cuyas reformas no suprimieron totalmente
la compraventa de cargos públicos, la cual, interrumpida por la Revolución
Francesa, se reanudó bajo el primer Imperio Napoleónico y la restauración
borbónica de 1814-1830.
En la
Argentina, la nobleza de
espada
mantuvo cuestionablemente su ingerencia social por la vía golpista ensayada por
la corporación castrense durante cerca de medio siglo. El peso social de la noblesse d'épée argentina se vería progresivamente reducido por la restauración
democrática de 1983 y sus apreciables consecuencias a largo plazo. El actual peso
social del militar argentino es cuasi-insignificante. El actual militar
argentino promedio tiende a aceptar resignadamente su menguada ingerencia.
No se
advierte similar resignación entre los miembros de la corporación jurídica argentina. Quizá a algunos de sus integrantes les haya
molestado esa falta de humildad en su gremio. En una escena de la deliciosa
película argentina Derecho de familia, título aparentemente denunciatorio de los
odiosos matices nepotistas de la noblesse de robe, el joven abogado
judeo-argentino Ariel Perelman, encarnado por Daniel Hendler, disimula a duras
penas su muy justificable repugnancia ante las cuestionables chicanas jurídicas
de su padre-colega Bernardo Perelman y otros pares, quienes instan a Ariel a
sumarse al estudio jurídico de su progenitor, cuyo último cumpleaños celebran
con las variadas vituallas servidas por un fondista amigo, entre ellas unos
caracoles que repugnan tanto a Ariel como las anacrónicas pretensiones de nobleza
de toga argentina sustentadas, durante el primer decenio del siglo XXI, por los
contertulios-colegas de Ariel, quien se granjea las indisimuladas miradas de
lástima dirigidas a un Ariel que dice preferir la dignidad de su defensoría de
pobres y ausentes y su labor docente en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires.
La
humildad de Ariel no parece tener muchos ecos en una corporación jurídica argentina actualmente indignada por la pérdida de privilegios
aparentemente sacrosantos que acarrearía la materialización de la reforma judicial
promovida por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, encumbrada integrante
de la corporación jurídica argentina. El espíritu elitista de la noblesse de robe argentina parece mortalmente ofendido por la propuesta
de su prominente colega, no exenta de sentido común.
El Poder
Judicial no tiene coronita. Es un poder del Estado y no una nobleza de toga. Un
título de abogado no es el equivalente republicano de un título nobiliario.
Recordemos esa escena de JFK, gran película de Oliver Stone,
en la que Kevin Costner, caracterizado como el célebre fiscal Jim Garrison,
revela, en un diálogo callejero, el carácter electivo de su fiscalía, denotando
que los Estados Unidos ya albergaban funcionarios judiciales electivos en el
decenio de 1960. Si yo, votante porteño, puedo expresar, voto mediante, a quién
quiero de Presidente, Jefe de Gobierno o legislador nacional o porteño, bien
puedo expresar, sufragio mediante, a quién quiero en el Consejo de la
Magistratura. La nobleza de espíritu es la única nobleza realmente noble.
Derecho de familia
(afiche anglófono)
No hay comentarios:
Publicar un comentario