sábado, 27 de abril de 2013

Nobleza de espíritu

El galicismo noblesse de robe (nobleza de toga) designa una clase social francesa surgida a mediados del siglo XV, tras la Guerra de los Cien Años y la Peste Negra, cuando la autoridad real había resentido grandemente el prestigio e influencia de la nobleza tradicional francesa (la denominada noblesse d'épée o "nobleza de espada"). Para afianzar su autoridad, Luis XI  y otros monarcas tardomedievales franceses propusieron crear una administración real centralizada, debiendo abolir muchos privilegios feudales regionales. 
La creciente influencia local e internacional de la corona francesa acrecentó las necesidades fiscales de la administración monárquica francesa, que intentó aumentar sus ingresos mediante una compraventa de cargos públicos acompañada de un ennoblecimiento del comprador, tornado vitalicio para familias que mantuviesen un mismo cargo durante tres generaciones sucesivas, a lo largo de veinte años. La corona francesa mantendría regularmente esa política de venta de cargos durante los siglos subsiguientes, con el consiguiente surgimiento de una nueva clase social privilegiada, la nobleza de toga. Hacia mediados del siglo XVII, la ingerencia social de la nobleza de toga representaba un obstáculo para el absolutismo monárquico promovido por la dinastía borbónica, cuyas reformas no suprimieron totalmente la compraventa de cargos públicos, la cual, interrumpida por la Revolución Francesa, se reanudó bajo el primer Imperio Napoleónico y la restauración borbónica de 1814-1830.
En la Argentina, la nobleza de espada mantuvo cuestionablemente su ingerencia social por la vía golpista ensayada por la corporación castrense durante cerca de medio siglo. El peso social de la noblesse d'épée argentina se vería progresivamente reducido por la restauración democrática de 1983 y sus apreciables consecuencias a largo plazo. El actual peso social del militar argentino es cuasi-insignificante. El actual militar argentino promedio tiende a aceptar resignadamente su menguada ingerencia.
No se advierte similar resignación entre los miembros de la corporación jurídica argentina.  Quizá a algunos de sus integrantes les haya molestado esa falta de humildad en su gremio. En una escena de la deliciosa película argentina Derecho de familia, título aparentemente denunciatorio de los odiosos matices nepotistas de la noblesse de robe, el joven abogado judeo-argentino Ariel Perelman, encarnado por Daniel Hendler, disimula a duras penas su muy justificable repugnancia ante las cuestionables chicanas jurídicas de su padre-colega Bernardo Perelman y otros pares, quienes instan a Ariel a sumarse al estudio jurídico de su progenitor, cuyo último cumpleaños celebran con las variadas vituallas servidas por un fondista amigo, entre ellas unos caracoles que repugnan tanto a Ariel como las anacrónicas pretensiones de nobleza de toga argentina sustentadas, durante el primer decenio del siglo XXI, por los contertulios-colegas de Ariel, quien se granjea las indisimuladas miradas de lástima dirigidas a un Ariel que dice preferir la dignidad de su defensoría de pobres y ausentes y su labor docente en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
La humildad de Ariel no parece tener muchos ecos en una corporación jurídica argentina  actualmente indignada por la pérdida de privilegios aparentemente sacrosantos que acarrearía la materialización de la reforma judicial promovida por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, encumbrada integrante de la corporación jurídica argentina. El espíritu elitista de la noblesse de robe  argentina parece mortalmente ofendido por la propuesta de su prominente colega, no exenta de sentido común.
El Poder Judicial no tiene coronita. Es un poder del Estado y no una nobleza de toga. Un título de abogado no es el equivalente republicano de un título nobiliario. Recordemos esa escena de JFK, gran película de Oliver Stone, en la que Kevin Costner, caracterizado como el célebre fiscal Jim Garrison, revela, en un diálogo callejero, el carácter electivo de su fiscalía, denotando que los Estados Unidos ya albergaban funcionarios judiciales electivos en el decenio de 1960. Si yo, votante porteño, puedo expresar, voto mediante, a quién quiero de Presidente, Jefe de Gobierno o legislador nacional o porteño, bien puedo expresar, sufragio mediante, a quién quiero en el Consejo de la Magistratura. La nobleza de espíritu es la única nobleza realmente noble.


Derecho de familia (afiche anglófono)

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