El
papa Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo, disfrutada por otros adultos
mayores. El celibato sacerdotal católico le obligó a renunciar a formar su
pequeña familia y ocuparse de la enorme familia eclesiástica. Tras quince años
al frente de la populosa diócesis porteña, Francisco se ha visto obligado, en
plena vejez, a situarse al frente de la gigantesca comunidad católica mundial.
Francisco
nunca tendrá la dicha de ser abuelo y, tal vez por eso, sea que la presidenta
de Abuelas de Plaza de Mayo, señora Estela de Carlotto, haya experimentado una
cierta emoción al acercarse al papa argentino en la habitual audiencia pública vaticano-papal
de los miércoles. Si Francisco nunca tendrá la dicha de ser abuelo, Estela y
muchas Abuelas de Plaza de Mayo fueron obligadas por la peor dictadura
argentina a postergar la gratificación de la abuelidad y emprender la
angustiosa búsqueda de sus hijos biológicos y políticos y de sus nietos. Que muchas
Abuelas han extendido hasta el día de hoy, cuando otras mujeres lúcidas de su
edad gozan del hecho de ser bisabuelas. O, caídas en las garras del Alzheimer,
reciben en sus geriátricos la visita de sus nietos y biznietos, aunque no los
reconozcan, como me pasó con mi abuela paterna, que, afectada de Alzheimer y
Parkinson, pasó los últimos cinco años de su larga vida en distintos hogares de
ancianos, creyendo que aún habitaba su casa de soltera, abandonada por mi
abuela al desposar a mi abuelo en 1940. Falleció sin haber conocido a su
biznieto Nippur, hijo de mi hermana, nacido el anteaño. Desde que nació Nippur,
todos los años deposito, sobre la tumba de mis abuelos, ofrendas flores acompañadas
de una foto de mi sobrino, con la ilusión, quizá ingenua, de que las almas de mis
abuelos sepan que tienen un biznieto.
Francisco
nunca tendrá la dicha de ser abuelo. Muchas Abuelas de Plaza de Mayo podrían
morir sin haber conocido a sus nietos. No les une el amor, sino el espanto,
diría Borges. Que, por cierto, nunca tuvo la dicha de ser abuelo, aunque recibiera
en su casa, durante la pesadilla procesista, a las Madres y Abuelas de Plaza de
Mayo, repuesto del desengaño por el fiasco resultante de su almuerzo de 1977
con Jorge Rafael Videla. Borges nunca tuvo la dicha de ser abuelo. Según él,
por haberse aplicado a las simétricas porfías de un arte propenso a entretejer
naderías[1].
El papa Francisco con Estela de
Carlotto (Ciudad del Vaticano, 24.04.2013)
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