En
su célebre historieta Astérix, ambientada en el año 50
a.C., los historietistas franceses Albert Uderzo y René Goscinny narran la historia ficticia de un
pequeño pueblo galo, situado en el actual noroeste francés y devenido en el
último baluarte de resistencia a la ocupación romana de las Galias. Sabido es
que la realidad histórica fue muy diferente. No existió Astérix. El jefe galo Vercingétorix
debió claudicar humillantemente ante un poderío romano tan innegable como la vasta
argentinidad sintetizada en el actual mapa de la República Argentina.
En
febrero de 1994 visité Ushuaia, donde me hice fotografiar junto a un cartel de
Vialidad Nacional, que indicaba que Ushuaia distaba 3040 kilómetros de la
capital argentina y 5175 de La Quiaca. El cartel invocaba elocuentemente una inmensa
superficie geográfica de indiscutida argentinidad. Pero, a muchos más miles de kilómetros
de distancia de Ushuaia, existe un país europeo, llamado Inglaterra, otrora tan
poderoso como la Roma imperial, vecino insular de la Galia de Astérix y caído
en manos romanas a mediados del siglo I d.C. Su actual soberana es la reina
Isabel II, nacida en 1926 y coronada en 1952. Isabel II no posee ni por asomo
los vastísimos dominios imperiales de su tatarabuela Victoria I, nacida en
1819, coronada en 1837 y fallecida en 1901. Pero, como Victoria I y sus kelpers,
Isabel II y sus actuales súbditos malvinenses se empecinan innoblemente en
negar la argentinidad del archipiélago malvínico, vilmente ocupado por
Inglaterra desde 1833 y situado a pocos cientos de kilómetros de distancia de
Ushuaia (en la era menemista, cuando visité Ushuaia, el citado cartel de
Vialidad Nacional se abstenía curiosamente de especificar la distancia entre Ushuaia
y Puerto Argentino, seguramente muy inferior a las distancias entre Ushuaia y La
Quiaca o la capital argentina, refrendando probablemente la política menemista
de relaciones anglo-argentinas semicarnales).
Isabel
II y sus súbditos malvinenses niegan innoblemente la incontestable argentinidad
de las Malvinas, tal como Astérix y sus amigos negaban noblemente la realidad
incontestable del poderío romano. Tal como los porteños parecemos negar innoblemente
la incontestable argentinidad de nuestra petulante urbe, que parecemos deseosos
de diferenciar a toda costa del resto de la República Argentina, de la cual
nuestra altiva ciudad es, supuestamente, capital desde 1880.
Astérix
y sus amigos se negaban noblemente a aceptar la existencia del imperio romano.
Los súbditos malvinenses de Isabel II se niegan innoblemente a admitir la
extinción del imperio británico. En un reciente plebiscito, el reducidísimo
electorado anglo-malvinense refrendó miserablemente sus deseos de dominio inglés
sobre suelo argentino, apropincuándose a las mesas de votación con sus cuerpos
enfundados en estrafalarias vestimentas estampadas con los chillones colores
ingleses. En vísperas de la elección del primer papa argentino, el exigüísimo
electorado anglo-malvinense afirmó categóricamente su deseo de ser más papista
que el Papa, aunque el catolicismo inglés haya perdido su status oficial hace alrededor
de cinco siglos.
El
diminuto electorado anglo-malvinense ha decidido seguir negando la argentinidad
de unas Malvinas rodeadas, en los mapas, de cuatro millones de kilómetros
cuadrados de territorios de indiscutida argentinidad, conformados
por territorios
continentales y antárticos e insolentemente privados, desde hace
casi dos siglos, de los escasos 12.173 kilómetros cuadrados
del territorio malvínico. Una Inglaterra otrora capaz de renunciar a la inmensa
India no es hoy capaz de renunciar al pequeño archipiélago malvínico. Los electores
anglo-malvinenses, hijos bastardos de Astérix, parecen decididos a hacer rabiar
de por vida a sus vecinos argentinos. Como Astérix y sus amigos al poderoso
invasor romano. Y con propósitos mucho menos rescatables que los nobles propósitos
alimentados por los célebres personajes de Uderzo y Goscinny, que hicieran las delicias de mi infancia,
vivida en la Argentina, donde mi familia ostenta en su haber cuatro
generaciones de argentinos nacidos en una Argentina sin soberanía efectiva sobre
el suelo malvinense.
Votante
kelper sufragando en el plebiscito anglo-malvinense del 10 de marzo de 2013
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