sábado, 31 de agosto de 2013

Villanía holandesa


El 31 de julio de 1914, con Francia a punto de ingresar en la Primera Guerra Mundial, el fanático nacionalista francés Raoul Villain asesinó a su compatriota socialista Jean Jaurès, cuya prédica pacifista sonaba a traición a la patria en el exiguo esquema mental del peor nacionalismo. Villain ultimó a Jaurès en la puerta del parisino café Le Croissant, cuya actual marquesina conmemora el asesinato de Jaurès. El 29 de marzo de 1919, tras 56 meses de detención, Villain fue sobreseído por sus jueces, quienes sostuvieron que el éxito del pacifismo jaurèsiano habría impedido la victoria militar francesa en la Primera Guerra Mundial y sentenciaron a la familia de  Jaurès a pagar los costos del proceso. Tras su sobreseimiento, Villain se radicó en España, donde le sorprendió el estallido de la Guerra Civil Española y una cruel ironía del destino lo sentenció a morir ejecutado por los republicanos españoles, quienes le acusaron de ser un espía franquista.
Casi un siglo después del asesinato de  Jaurès, su compatriota y correligionario político François Hollande, actual presidente de Francia, ha decidido secundar la insensata decisión de intervenir militarmente en Siria, tomada por su par estadounidense Barack Obama, cuya condición de estadounidense de color no le ha impedido tomar una decisión digna de decisiones similares tomadas por sus predecesores presidenciales Woodrow Wilson, Franklin D.Roosevelt, Harry S.Truman y Lyndon Johnson al decidir respectivamente el ingreso de los Estados Unidos en las dos guerras mundiales, la Guerra Fría y las guerras de Corea y Vietnam. Wilson, Roosevelt, Truman y Johnson no sólo eran correligionarios políticos de Obama: pertenecían a esa raza blanca de quienes oprimieran durante siglos enteros la vida de estadounidenses de color como Obama, lo cual no impide que el actual mandatario estadounidense adopte ante el conflicto sirio posturas dignas de un miembro del Ku-Klux-Klan. Algo similar puede decirse de Hollande, cuyo presunto socialismo no le impide adoptar ante el conflicto sirio una postura que habría enardecido a Jean Jaurès.
En este caso, la expresión villanía holandesa no pretende vituperar ridículamente a ningún ciudadano holandés, sino proponer dos deliberados juegos de palabras. El primero de dichos juegos de palabras se efectúa en base a la similitud ortográfica existente entre el galicismo vilain (villano) y el apellido del asesino de Jaurès. El segundo se efectúa en base al nombre francés de una Holanda geográficamente cercana a una Francia actualmente presidida por el portador de un apellido coincidente con la denominación francesa de la nación holandesa. Francia actualmente presidida por un presunto heredero político de un Jaurès ultimado por un Villain sobreseído dos meses y medio después del atroz asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, acusados de traición a la patria por oponerse a una Primera Guerra Mundial deplorada en sus inicios por un Jaurès ideológicamente afín a Luxemburgo y Liebknecht. Los jueces de Villain dictaminaron que Jaurès habría contribuido, a la larga, a impedir la victoria militar francesa en la Primera Guerra Mundial. Los asesinos de Luxemburgo y Liebknecht parecían acusar a sus víctimas de haber contribuido a materializar la humillante derrota militar alemana en la Gran Guerra, infructuosamente vengada por Adolf Hitler con la ocupación alemana impuesta a la patria de Jaurès entre 1940 y 1944. Para José Rivera Indarte era acción santa matar a Juan Manuel de Rosas. Para Villain y sus jueces parecía ser acción santa matar a Jean Jaurès, cuyo nombre afrancesaba el primer nombre de un Rosas enfrentado a la invasión anglo-francesa de su patria y paradójicamente convertido, durante veinticinco años, en refugiado político de los ingleses. Tras haber reclamado durante casi veinte años la restitución de las Islas Malvinas, Rosas pasó su último cuarto de siglo en las Islas Británicas, a merced de la caridad de los usurpadores del archipiélago malvínico. 
Croissant es un galicismo internacionalmente utilizado para designar a ese farináceo que los argentinos preferimos denominar medialuna y que inventó algún panadero vienés cuando los austríacos detuvieron el avance militar turco sobre la Viena de 1683. Reducir el emblema religioso islámico a una modesta porción de masa de panadería era una buena forma de simbolizar la reducción del poderío islámico, de celebrar el triunfo cristiano sobre los presuntos infieles musulmanes. Con los años, los croissants han sido incorporados a los desayunos franceses y argentinos. Seguramente, los siguen sirviendo en el parisino café Le Croissant. Puede que Obama y su aliado Hollande se reúnan en los próximos días en París, para acordar detalles sobre la intervención militar franco-estadounidense sobre una Siria otrora situada bajo dominio francocolonial. Hollande es socialista (y, por ende, puede que también sea ateo). Pero Hollande y Obama gobiernan naciones predominantemente cristianas (católica en el caso francés y protestante en el caso estadounidense).  Y ambos están proponiendo una invasión a una Siria caracterizada por la coexistencia entre cristianos y musulmanes. Bueno sería que Obama y Hollande celebraran un desayuno de trabajo en Le Croissant, cuyas medialunas bien pueden alentarlos a tener más presente un noble adagio perteneciente al idioma materno de Obama. El adagio en cuestión reza: Mind your own business (“Ocúpense de sus propios asuntos”). Su recordación le está haciendo buena falta al primer inquilino no blanco de la Casa Blanca. Y también a Hollande, cuya postura ante el conflicto sirio sabe muy poco al pacifismo jaurèsiano y mucho a una villanía holandesa.



El parisino café Le Croissant, con alusiones francófonas al asesinato de Jean Jaurès

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