domingo, 19 de mayo de 2013

El señor de la copa


“Ahí está Videla con la copa”, me decía mi padre, en una fría tarde dominical del invierno austral de 1978, señalándome, en una pantalla televisiva, al dictador Jorge Rafael Videla, depositando la Copa Mundial de Fútbol en manos de Daniel Passarella, capitán de la triunfante selección argentina. Yo sólo tenía ocho años por entonces. No sabía qué era un dictador, ni que en la Argentina se venían alternando, desde 1930, presidentes de iure y mandatarios de facto. Pero todo llega en esta vida. Yo ya tendría años suficientes para entender que Videla podía, como cualquier ser humano, ser algo más que “el señor de la copa”.
Pasaron los años y las décadas. En la primavera austral de 1983, acompañé a mis padres y mi hermana de once años a un cine del barrio porteño de San Cristóbal, actualmente devenido en templo evangelista y a la sazón afectado a la proyección de la primera entrega de ese clásico cinematográfico documental argentino encarnado en La República perdida, referente al golpismo argentino y sus interludios democráticos. La primera entrega de La República perdida se refiere, como se recordará, al periodo comprendido entre el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen y la restauración peronista de 1973. Poco después, Raúl Alfonsín era elegido presidente de la República y disponía el procesamiento judicial de Videla y otros ex jerarcas procesistas, efectuado en tribunales civiles por delitos de lesa humanidad.
El 10 de diciembre de 1985, el tribunal interviniente en la causa dictó sentencia contra Videla y otros procesados. Videla fue sentenciado a cadena perpetua. Mis quince años me bastaban para entender que Videla era alguien más que “el señor de la copa”. En el verano austral de 1986, acompañé a mis padres y mi hermana de trece años a un cine del microcentro porteño, afectado a la exhibición de La República perdida II, referente al fatídico tramo final del golpismo argentino y sus interludios constitucionales, comprendido entre el fallecimiento de Juan Domingo Perón y la asunción presidencial de Raúl Alfonsín. La República perdida II, sumada al fallo contra “Videla & Cía.”, no hacía más que acentuar la distancia, en mi imaginario adolescente, entre “el señor de la copa” de mis ocho años y el Videla obligado a comparecer ante un juez de la Nación como cualquier hijo de vecino.
Mientras escribo estas líneas, la conmovedora banda sonora de La República perdida acompaña los espacios televisivos sobre el fallecimiento de Videla, “el señor de la copa”, que hoy parece haber decidido, hablando de copas, tomar la copa del estribo y partir al encuentro con ese Dios tan caro al corazón de Videla, asumiendo que el Señor admita al ex dictador en Su Santo Reino. El Creador decidirá si Su casa tiene o no lugar para “el señor de la copa”.

  Videla entregando a Passarella la Copa Mundial de Fútbol de 1978 

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