En su famosa novela Los papeles póstumos del Club
Pickwick, Charles Dickens refiere las andanzas de Mr.Samuel Pickwick y
sus amigos, quienes recorren la Inglaterra de 1827-1830. El anciano Mr.Pickwick
preside un exclusivo club londinense
bautizado en su honor. En sus viajes, Mr.Pickwick y sus amigos traban amistad
con un afable propietario rural, quien, al acogerles por primera vez en su
propiedad, propone una partida de naipes, dividiéndose los presentes entre
quienes optan por el serio juego del whist y quienes optan por un jocoso
juego de naipes bautizado en honor de la papisa Juana, mujer mítica alemana del siglo IX
disfrazada de varón y elevada al solio pontificio. La papisa Juana habría adoptado la identidad del
papa Benedicto III o Juan VIII. Juana habría sido hija de un predicador
encargado de evangelizar sajones, crecido en
un ambiente de religiosidad y erudición y tenido oportunidades de estudiar
generalmente vedadas a las mujeres de su época. Como sólo la carrera
eclesiástica permitía seguir estudios sólidos, Juana decidió ocultar su
verdadero sexo y entrar en la religión como copista bajo el nombre
masculino de Johannes Anglicus (Juan el Inglés).
Trasladada a Roma, Juana siempre disimuló hábilmente su identidad sexual, siendo bien recibida en la Curia y otros medios eclesiásticos y
adquiriendo una reputación de erudita que le permitiría convertirse en
canciller y sucesora del papa León
IV, fallecido en 855. Tras dos años de papado, el pontificado de Juana se vería abruptamente interrumpido por un
embarazo, fruto de su unión carnal con el embajador Lamberto de Sajonia, tocayo
del papa Juan Pablo I imaginado por Francis Ford Coppola en un Padrino
III irritantemente sujeto a la refutada leyenda negra sobre la muerte
del papa Luciani. La verdadera identidad sexual de Juana se haría pública cuando la papisa pariese públicamente en
medio de una procesión, habiendo muerto a consecuencia del parto o lapidada por el gentío enfurecido.
La actriz alemana Johanna Wokalek personifica a la papisa Juana en una película
alemana de 2009
Siempre según la
leyenda, la suplantación de Juana obligó a la Iglesia a proceder a una
verificación ritual de la virilidad de los papas electos. Un eclesiástico
estaba encargado de examinar manualmente los atributos
sexuales del nuevo pontífice a
través de una silla perforada. Acabada la inspección, si todo era correcto,
debía exclamar: Duos habet et bene
pendentes (Tiene dos, y
cuelgan bien). Además, las procesiones, para alejar los recuerdos
dolorosos, evitaron en lo sucesivo pasar por la iglesia de San Clemente, lugar del parto, en el
trayecto del Vaticano a Letrán.
Inocencio X sometido a la prueba de masculinidad
al asumir su pontificado (1644)
La
papisa Juana habría nacido durante
el Medioevo en la ciudad alemana de Maguncia, como el mítico papa judío Iojanán,
hijo de un eminente rabino de su ciudad natal, desaparecido y bautizado a la
fuerza en su infancia y finalmente
convertido en presbítero y Papa. Para reencontrarse con su padre, rabí
Shimón, el papa Iojanán emitía
disposiciones fulminantes contra los judíos de Maguncia, quienes enviaban ante Iojanán una delegación
encabezada por el padre del papa judío
y encargada de implorar ante el pontífice la derogación de las antisemíticas disposiciones
papales. Ante su progenitor, Iojanán
revelaba ser el hijo de rabí Shimón. Iojanán volvía a su vida judía,
desconcertando a la cristiandad con la súbita desaparición del Papa y alcanzando un lugar distinguido entre
los judíos de Maguncia.
Iojanán, el Papa judío
No parecen haber existido la papisa Juana y el papa Iojanán.
Pero sí existió el beato Juan Pablo II, nacido en la Polonia de 1920 como Karol
Wojtyla, llegado al papado en 1978 y fallecido en el Vaticano en 2005. Pero sí
existe el alemán Joseph Ratzinger, nacido en 1927, llegado al papado en 2005
bajo el nombre de Benedicto XVI y convertido al empezar 2013 en el primer papa
renunciante en seis siglos. Pero sí existe el argentino Jorge Bergoglio, nacido
en 1936 y llegado al papado en 2013 bajo el nombre de Francisco, como el primer
papa americano de la bimilenaria historia cristiana. Pero, vistas desde el contexto
actual, las leyendas de la papisa Juana y del papa Iojanán recuerdan la importancia de la diversidad, recordada
por los cardenales Wojtyla, Ratzinger y Bergoglio mediante sus respectivas asunciones
papales, que quebraron saludablemente el cuatricentenario monopolio italiano sobre
el papado (en el caso de los papas Wojtyla y Ratzinger) y (en el caso del papa Bergoglio)
el trece veces centenario monopolio europeo sobre el pontificado.
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