domingo, 12 de enero de 2014

La empanada nacional

Augusto Belín Sarmiento refiere un episodio suscitado en un almuerzo abierto con empanadas tucumanas, compartido por individuos oriundos de todas las provincias argentinas y servido hacia 1870 en un importante ingenio azucarero tucumano. En dicho ágape, el huésped de honor era nada menos que el controversial presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, abuelo materno sanjuanino de Augusto Belín Sarmiento. En esa ocasión, Sarmiento aludió enfáticamente a las empanadas sanjuaninas como las mejores empanadas del mundo. La vehemente aseveración sarmientina impelió a los anfitriones y contertulios de don Domingo a efectuar comentarios similares sobre las empanadas  de sus respectivas provincias natales. La mesa se llenó de comentarios laudatorios sobre las empanadas tucumanas, cordobesas, jujeñas, correntinas, mendocinas, puntanas, catamarqueñas, santiagueñas y salteñas, efectuadas por quienes, emulando el tono categórico de Sarmiento, consideraron detestable toda empanada que no fuese oriunda de su provincia natal. 
Sarmiento moderó el acalorado debate en los siguientes términos: “Señores: para hacer valer cada uno la empanada de su predilección, hemos hecho caso omiso de la empanada nacional. Esta discusión es un trozo de historia argentina, pues mucha sangre hemos derramado para defender cada uno su empanada. (…) Amemos, señores, la empanada nacional, sin perjuicio de saborear todas…”
Sarmiento promovió la citada polémica en la provincia natal de su ministro y sucesor presidencial Nicolás Avellaneda, obligado, en 1880, a clausurar su presidencia con la azarosísima conversión de la Reina del Plata en la capital argentina. Avellaneda era oriundo de la Argentina septentrional, donde el bonaerense Julián Domínguez, ex ministro de Agricultura y actual titular de la Cámara Baja federal, propuso, días atrás, trasladar la capital argentina, aduciendo el agotamiento de la edad dorada de las ciudades-puerto argentinas ligadas al oligárquico proyecto agroexportador de la Generación del 80.
¿Permitió la federalización de la Reina del Plata hacer prevalecer la empanada nacional preconizada por el sanjuanino Sarmiento, cuyo difunto biógrafo tucumano José Ignacio García Hamilton negaba que su biografiado se entendiese bien con los porteños? Sí, siempre que la empanada porteña fuese la empanada argentina más abundante y menos compartida. En 1996, al asumir su ambiguo status de "Ciudad Autónoma", la Reina del Plata, capital rica de país pobre, pareció reiterar el secesionismo porteño registrado entre las batallas de Caseros y Cepeda, al rechazar la Constitución de 1853 y separarse del resto de una Confederación con capital en Paraná y compuesta de trece provincias menospreciadas como "ranchos" por la petulancia porteña. Convertida en Ciudad Autónoma, la Reina del Plata pareció expresar su deseo de dejar de ser la "Capital Federal". Quizá ese sea el precio a pagar por hacer prevalecer la empanada nacional a un costo más razonable que el exigido por la Generación del 80 hace más de un siglo.



  Casa de empanadas argentinas en la capital guatemalteca


La venganza de Hannah Arendt

Mañana del sábado 11 de enero de 2014. La colectividad judeo-ortodoxa porteña atraviesa uno de los primeros sabbats del año gregoriano en curso. Mi teléfono celular de innoble goy recibe un entrecortado informe mediático del deceso del ex premier israelí Ariel Sharon, comatoso desde 2006. Por la tarde me reúno con un amigo a ver la película de la cineasta germana Margarethe von Trotta sobre la filósofa judeo-alemana Hannah Arendt. El film de Von Trotta abre con el rapto del ex jerarca nazi Adolf Eichmann, secuestrado en la Argentina de 1960 por agentes de inteligencia israelíes para su posterior enjuiciamiento y ahorcamiento en Israel. La película de Von Trotta evoca el viaje de Arendt a Jerusalén, donde Arendt cubrirá el proceso de Eichmann para el famoso semanario neoyorquino The New Yorker. La polémica toma de posición arendtiana incitará a numerosos correligionarios religiosos de Arendt a acusar a la filósofa de traición al pueblo judío. Los detractores de Arendt no se privarán de recordar la admiración de Arendt por su maestro filosófico alemán Martin Heidegger, sospechoso de filonazismo. Arendt considera que no traiciona al pueblo judío por reivindicar la obra filosófica de Heidegger, tal como, años después, el director orquestal judeo-argentino Daniel Barenboim negará traicionar al pueblo judío al conformar una orquesta palestino-israelí y afirmar que la producción operística wagneriana es considerablemente más relevante que el antisemitismo de Richard Wagner y la admiración de Adolf Hitler por Wagner. La postura de Arendt y Barenboim poco debe agradar a los judíos más cerrados. El larguísimo coma de Sharon bien puede definirse, desde dicha óptica, como la  venganza de una Hannah Arendt valientemente atrevida a opinar libremente sin abjurar en absoluto de su judaísmo.

        
Barbara Sukowa en Hannah Arendt

sábado, 11 de enero de 2014

Certificado de discapacidad

José de San Martín definía la soberbia como una discapacidad que solía afectar a unos “pobres infelices mortales” súbitamente dotados de “una miserable cuota de poder”. Tales son los discapacitados repentinamente enfrentados por el Walter Mitty encarnado por Ben Stiller en La increíble vida de Walter Mitty. En el día de su cuadragésimo segundo cumpleaños, Walter recibe dos singulares regalos. Uno de ellos es un pastel de naranja recibido por Walter al ingresar en el imponente edificio de la célebre revista estadounidense Life, donde Walter trabaja desde los 26 años y encabeza el departamento de negativos fotográficos. Junto al tentador pastel, Walter recibe un segundo presente, bastante menos atractivo. Al llegar a su lugar de trabajo, Walter saluda a un compañero de labor, quien le informa que Life ha cambiado repentinamente de firma y pasado a manos de un grupo inversor decidido a convertir a Life en una revista on line, prescindiendo de los servicios de Walter y sus compañeros de trabajo. En los tiempos de la Internet y de la fotografía digital, no hay espacio para la revista impresa y el celuloide fotográfico, aunque ambos medios hayan prestado inestimables servicios a Life durante decenios. Los nuevos propietarios de Life deciden compensar simbólicamente a sus despedidos con una edición especial destinada al último número impreso de Life y dotada de una portada ilustrada con una fotografía supuestamente remitida a Walter por Sean O'Connor, escurridizo fotógrafo de Life, renuente a digitalizar el celuloide fotográfico y contratar un teléfono móvil. Los siniestros nuevos directivos de Life presionan impiadosamente a Walter para que les entregue la fotografía escogida para la última portada impresa de Life, misteriosamente desaparecida de su plancheta de negativos. La renuencia de Sean al teléfono celular obligará a Walter a perseguir al fotógrafo por el orbe. Su angustiosa búsqueda le llevará a Groenlandia, donde el único individuo capaz de conducir a Walter ante Sean parece ser un alcohólico piloto de helicóptero obligado a pilotear su aeronave en estado de ebriedad, con objeto de portar repuestos para la radio de una embarcación abordada por marineros chilenos ansiosos por divertirse en un club nocturno islandés y tripulada por personas del conocimiento de Sean. Walter cae a un Ártico merodeado por tiburones, perdiendo los repuestos para la radio del barco, cuya tripulación lo rescata calado hasta los huesos. Charlando con tripulantes del barco, Walter descubre que puede localizar a Sean en una comarca de polisilábicos nombres islandeses impronunciables para Walter, donde el único medio de transporte disponible parece ser una bicicleta comunitaria milagrosamente arrebatada por Walter a los libidinosos marineros chilenos y posteriormente canjeada por Walter por una patineta perteneciente a un niño islandés para atravesar agrestes paisajes islandeses fotografiados por un Sean intrépidamente erguido sobre el fuselaje de un avión infructuosamente perseguido por un Walter acosado por implacables presiones laborales que le impedirán sorprenderse gratamente al descubrir una filial islandesa de Papa John's, cadena multinacional estadounidense de pizzerías devenida veinticinco años atrás en el primer empleador de un Walter de 17 años obligado por el deceso de su padre sin ahorros a renunciar al corte capilar mohicano generosamente legado a Walter por su progenitor y rigurosamente prohibido a Walter y demás repartidores de Papa John's. Walter termina localizando a Sean en unas alturas himaláyico-afganas tan gélidas como ese Ártico groenlandés súbitamente testeado por Walter y tan sojuzgadas por señores de la guerra afganos como Life por sus nuevos propietarios. En el techo del mundo, Sean incitará a Walter a relajarse y jugar un picadito de fútbol con montañeses afganos, informándole que el negativo fotográfico afanosamente rastreado por Walter estaba dentro de una billetera obsequiada por Sean con motivo de los 42 abriles de Walter y providencialmente rescatada del tacho de basura por la madre de Walter, autora del  pastel de naranja gustosamente degustado por unos señores de la guerra afganos misteriosamente dotados de un incontestable poder de veto sobre el periplo montañés de Walter, cuyo hallazgo del ansiado negativo no impedirá el impiadoso despido de un Walter demasiado añoso para repartir pizzas. Despido simbólicamente indemnizado por la inclusión del retrato de Walter en la última portada impresa de Life. Walter es víctima de la mise-en-scene del concepto sanmartiniano de soberbia, respaldado por un certificado de discapacidad aparentemente irrevocable.


Ben Stiller en La increíble vida de Walter Mitty

viernes, 10 de enero de 2014

El rayo de Hill Valley



Los primos adolescentes puntanos Agustín Irustía y Priscila Ochoa, fulminados por un rayo caído el 9 de enero de 2014 sobre Villa Gesell

En enero de 1986 yo vacacionaba con mi familia en Villa Gesell, como en otros veranos de mi infancia, adolescencia y juventud. Me faltaban alrededor de tres meses para mi decimosexto cumpleaños. Por esos días hacía furor la película estadounidense Volver al futuro, estrenada el mes anterior en la Argentina, dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Michael J.Fox en el rol del adolescente estadounidense Marty McFly. En el film de Zemeckis, Marty era súbitamente transportado al año 1955 en una máquina del tiempo montada en un auto De Lorean e inventada por su vecino Emmett Doc Brown, quien, con treinta años menos de edad, ayudaba a Marty a volver al año 1985 con el De Lorean propulsado por un rayo caído en 1955 sobre una torre de Hill Valley, patria chica de Marty y Doc.
En enero de 1990,  mi familia y yo vacacionábamos nuevamente en Villa Gesell, poco después del estreno argentino de Volver al futuro II, que incluía un final abierto con un Marty nuevamente varado en el Hill Valley de 1955. En el final de Volver al futuro IIel rayo de 1955 impactaba sobre un De Lorean volador piloteado por Doc y programado para viajar al Hill Valley de 1885, donde Doc despachaba instrucciones para el regreso de Marty al Hill Valley de 1985. En Volver al futuro III, estrenada en la Argentina en diciembre de 1990, Marty recuperaba y reparaba la máquina del tiempo, ayudado por el Doc de 1955 y viajaba al Hill Valley de 1885 para impedir el asesinato de Doc.
En el verano de 1990-1991 no veraneé en Villa Gesell. Recién exploré en detalle la saga de Zemeckis algunos años después. La trilogía de Zemeckis pintaba demasiado pochoclera para mi intelectualizado hogar de clase media universitaria, con padres que me impulsaban a consumir cine argentino y europeo y limitar mis contactos con el cine estadounidense a su filmografía no hollywoodense.
Veraneé en Villa Gesell por última vez en enero de 1998, descubriendo que ya no existía la Gesell otrora amada por mí y conmovida por estos días por la caída de un rayo. El rayo geselino de 2014 no impulsó, como el rayo de Hill Valleyuna inexistente máquina del tiempo piloteada por un adolescente. Pero segó las vidas de los  primos adolescentes puntanos Agustín Irustía y Priscila Ochoa, de edades similares a la edad de Marty McFly, impidiéndoles conocer el futuro conocido por el personaje de Fox en Volver al futuro II.
   

       
     

jueves, 9 de enero de 2014

Palometas porteñas

Ayer, en su página Web, un conocido matutino porteño, con foro de opinión on line, informó sobre la defunción de peces presuntamente fulminados por ola de calor en unos lagos palermitanos a cargo del gobierno porteño .
"Se suicidaron los pescaditos", comentó sarcásticamente un forista. Otro forista aludió a las bellas carpas japonesas del Jardín Japonés, presumiblemente dotado de unas aguas estancadas permanentemente  limpias y oxigenadas, aparentemente brillantes por su ausencia en unos lagos palermitanos a cargo del gobierno porteño.  
Harakiri, seppuku, kamikaze, bushido...: considerando esos japonismos suicidas, deberían haber muerto las carpas, probablemente mejor mantenido que los lagos palermitanos a cargo del gobierno porteño. Tras asolar el Paraná a la altura de Rosario y Misiones, las temibles palometas llegaron recientemente a Vicente López, jurisdicción de Jorge Macri, sin atreverse a atacar a los súbditos de su primo Mauricio. A falta de pan, buenas son tortas. A falta de palometas en el Plata porteño, bien pueden morirse los peces de los lagos palermitanos. Las palometas son comestibles. Hay recetas de palometa en Internet. ¿Serán comestibles los peces de los lagos palermitanos? Podríamos dárselos de comer a los chicos de las colonias de verano del gobierno porteño, siempre que no se intoxiquen, se sobreentiende

Peces muertos por ola de calor en los lagos de Palermo (CABA-Foto 8.01.2014)

Así amanecieron los lagos de Palermo.  Foto:  LA NACION  / Aníbal Greco

viernes, 3 de enero de 2014

Nenia 2014

Nenia
(Canción Fúnebre)

En idioma guaraní,
una joven paraguaya
tiernas endechas ensaya
cantando en el arpa así,
en idioma guaraní:

¡Llora, llora urutaú
en las ramas del yatay,
ya no existe el Paraguay
donde nací como tú!
¡Llora, llora urutaú!

¡En el dulce Lambaré
feliz era en mi cabaña;
vino la guerra y su saña
no ha dejado nada en pie
en el dulce Lambaré!

¡Padre, madre, hermanos! ¡Ay!
Todo en el mundo he perdido;
en mi corazón partido
sólo amargas penas hay
¡Padre, madre, hermanos! ¡Ay!

De un verde ubirapitá
mi novio que combatió
como un héroe en el Timbó,
al pie sepultado está
¡de un verde ubirapitá!

Rasgado el blanco tipoy
tengo en señal de mi duelo,
y en aquel sagrado suelo
de rodillas siempre estoy,
rasgado en blando tipoy.

Lo mataron los cambá
no pudiéndolo rendir;
él fue el último en salir
de Curuzú y Humaitá
¡Lo mataron los cambá!

¡Por qué, cielos, no morí
cuando me estrechó triunfante
entre sus brazos mi amante
después de Curupaití!
¡Por qué, cielos, no morí!...

¡Llora, llora, urutaú
en las ramas del yatay;
ya no existe el Paraguay
donde nací como tú-
¡Llora, llora, urutaú!


Carlos Guido Spano, 1871

Como su contemporáneo Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido Spano, hijo de un primo hermano político de José de San Martín, debió soportar duros reproches por oponerse a la Guerra de la Triple Alianza. En su retiro parisino, padeciendo la guerra franco-prusiana, Alberdi estaba muy lejos de un José Hernández que endilgaba a Alberdi el mote de traidor a la patria paradójicamente extendido al sobrino segundo del Padre de la Patria.
Pasaron los años. Guido Spano murió en 1918, el último año de una Primera Guerra Mundial tan urticante para esa Francia convertida en patria adoptiva por San Martín y Alberdi. Cuatro años después, en el año de la asunción presidencial del francófilo Marcelo Torcuato de Alvear, se fundaba una escuela privada porteña posteriormente bautizada en honor de Guido Spano.
En la víspera del primer día de 2014, año del centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial, un vecino del Colegio Guido Spano percibió extraños movimientos en torno al cuasi-centenario establecimiento educacional. Sin decir agua va, una empresa mudadora retiraba el patrimonio transportable del Colegio Guido Spano, que notificó intempestivamente el cierre de la institución, pese a haber matriculado alrededor de 350 niños y adolescentes para el Ciclo Lectivo 2014, cobrando la apreciable suma de 3000 pesos por alumno. Pronto se hicieron presentes los omnipresentes multimedios. Como la Nenia de Guido Spano, los miembros del Colegio Guido Spano repudiaban a su cambá con amargas penas en sus partidos corazones. 



Protesta contra el cierre del Colegio Guido Spano (2.01.2014) 
    

miércoles, 1 de enero de 2014

De enero a enero


Eduardo Caamaño coloca la banda presidencial a Eduardo Duhalde (1.01.2002)

El 1º de enero de 2002 fue un 1º de enero atípico en la Argentina. Al bienio presidencial de Fernando de la Rúa, votado e24 de octubre de 1999 por 9.167.261 electores, habían seguido cuatro presidentes en dos semanas, sin otro aval comicial que el respaldo de un minúsculo electorado parlamentario. Yo estaba en San Clemente del Tuyú, procurando vacacionar en un verano austral recién iniciado y anunciado como desusado, complejo e incierto. Mientras mis padres estaban en la playa, yo había optado por quedarme en el departamento adquirido por mi progenitor, cinco años atrás, en la localidad balnearia bonaerense. Sentado al borde de mi lecho, no despegaba los ojos de un televisor sintonizado en la transmisión de la elección parlamentaria del quinto presidente impuesto en tiempo récord a una atribulada Argentina. En ese mismo televisor yo había presenciado el abrupto final del efímero interinato presidencial del ex gobernador puntano Adolfo Rodríguez Saá. En aquella primera mañana del año 2002, yo aguardaba ansiosamente la previsible elección presidencial de Eduardo Duhalde, cuyos 7.253.909  electores de 1999 habían sido menos capaces de convertirlo en presidente que los 262 legisladores nacionales inclinados por una elección presidencial recaída sobre Duhalde en aquel harto incierto 1º de enero de 2002. Duhalde asumía la presidencia en un 1º de enero tan atípico como aquel 1º de enero de 1809 conmovido en Buenos Aires por el pronunciamiento de Martín de Álzaga contra Santiago de Liniers. No despegué mis ojos del televisor hasta ver la banda presidencial cruzada sobre el pecho del ex gobernador bonaerense, a quien se auguró una presidencia tan efímera como las presidencias de sus cuatro predecesores presidenciales más inmediatos. Por suerte se equivocaron quienes auguraron tan triste destino a la presidencia de Duhalde.
Doce años después se nos plantea un dilema similar, salvando las distancias. Un problema médico de consideración ha incitado a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, durante el último bimestre, a delegar importantes tareas gubernativas en el vicepresidente Amado Boudou y en el jefe de Gabinete Jorge Capitanich. Este último carece del perfil bajo de Boudou y actúa como un presidente respaldado por los millones de votos que respaldaron la asunción presidencial de De la Rúa, cuando los hechos prueban incontrastablemente que a Capitanich nadie lo eligió presidente. Capitanich accedió a la jefatura de Gabinete tras haber renunciado a la segunda gobernación confiada a por el electorado chaqueño a un Capitanich designado en su momento para la jefatura de Gabinete por el presidente Duhalde. Este enero de 2014 se abre con un importante interrogante a despejar: como en enero de 2002, hay que definir quién manda en la Argentina. De enero a enero, la nación sudamericana necesita quien la organice.