En 1947, al
nacionalizar los ferrocarriles ingleses, el primer gobierno peronista tomó la llamativa
decisión de imponerles nombres de próceres de un panteón liberal supuestamente
denostado por el peronismo (José de San Martín, Manuel Belgrano, Bartolomé Mitre,
Domingo Faustino Sarmiento, Justo José de Urquiza, Julio Argentino Roca). En
1950, el primer gobierno peronista reforzó esa paradójica tendencia al
instrumentar el aparatoso homenaje tributado a San Martín con motivo del
centenario del deceso del Libertador.
Más de sesenta años después,
bajo otro gobierno peronista, el Congreso argentino ha autorizado a rebautizar
la estación ferroviaria de un partido bonaerense bautizado en honor del presidente
argentino liberal decimonónico Nicolás Avellaneda, cuya presidencia tuvo como broche de oro
la solemne repatriación de los restos mortales de un San Martín fallecido en
Francia hacía treinta años. La repatriación del cadáver del Gran Capitán,
figura histórica argentina de fama conciliadora, pretendía restañar las heridas
lacerantes de la sanguinolenta capitalización de la ciudad de Buenos Aires, oficializada
ese mismo año. La sangrienta federalización de la Reina del Plata fue para Avellaneda
lo que la guerra de la Triple Alianza para sus predecesores Mitre y Sarmiento y
lo que la Expedición al Desierto para su sucesor Roca, sin que ello impida que
sendas líneas ferroviarias argentinas sigan estando bautizadas en honor de
Mitre, Sarmiento o Roca, cuando bien podrían
portar nombres compensatorios como Mariscal Francisco Solano López o Pueblos
Originarios.
“A cada chancho le
llega su San Martín”, reza la versión argentina de un refrán tan español como los
padres del Libertador argentino y alusivo a ese día de san Martín de Tours
escogido por muchos campesinos españoles para una matanza de cerdos
inevitablemente acompañada de un derramamiento de sangre animal análogo al derramamiento
de sangre humana justificado por San Martín en aras de la emancipación sudamericana
y rechazado por un San Martín renuente a ayudar a su ex subordinado Juan Galo
de Lavalle a sofocar el alzamiento dorreguista de 1828. En la España natal de
los padres del Libertador argentino pueden detectarse, hasta la fecha, numerosas
señales de la presencia pretérita de
una cultura judeo-islámica proclive a vetar el consumo de una carne porcina
conceptuada de impura por las teologías hebraica y mahometana. Desde dicha perspectiva,
no es raro que los cristianos españoles de los siglos XV y XVI hayan pretendido
sacarse de encima a judíos y musulmanes: ¿se imaginan un cocido gallego sin carne
porcina?
San Martín parece haber
llegado a la tumba de un Álvaro Alsogaray tachado de chancho y promotor de
políticas socioeconómicas rechazadas por argentinos como Darío Santillán y
Maximiliano Kosteki, luchadores sociales ultimados por balas policiales
disparadas el 26 de junio de 2002 en la estación ferroviaria de Avellaneda,
perteneciente al Ferrocarril Roca. El citado partido bonaerense seguirá
portando el nombre de Avellaneda. No así su estación ferroviaria, que, por mandato
parlamentario, portará, en lo sucesivo, los nombres de Santillán y Kosteki,
cuya sangre desciende directamente de la sangre de las tres mil víctimas fatales
de la muy traumática federalización de una urbe porteña situada bajo la
advocación de san Martín de Tours desde su fundación definitiva en 1580, pese a
las objeciones de colonizadores españoles del siglo XVI renuentes a fundar una
ciudad americana sin un santo patrono de origen hispánico.
Llevó bastante tiempo
acostumbrar a los porteños a llamar a la Avenida Canning y la calle Cangallo por
sus actuales nombres de Scalabrini Ortiz y Tte.Gral.J.D.Perón. Todavía hay bonaerenses
que llaman a las Avenidas Hipólito Yrigoyen[1], Crisólogo Larralde[2] y Eva Perón[3] por sus anteriores nombres de Pavón, Agüero y
Pasco. La idea en sí no es mala. Es preferible
homenajear a dos luchadores populares como Santillán y Kosteki que seguir
homenajeando a un prócer de un panteón liberal tan cuestionado como apolillado.
Eso sí; veo un poco difícil acostumbrarse a decir a los boleteros del Roca:
"dos ida y vuelta a Santillán y Kosteki"
Cartel rebautizando extraoficialmente la estación ferroviaria de Avellaneda en honor de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, antes de la oficialización del cambio de nombre
[1] Alusión a la extensísima avenida nacida cerca de la estación ferroviaria
de Avellaneda y extendida entre los partidos bonaerenses de Avellaneda y Brandsen. (N.del a.)
[2] Alusión a una avenida del partido bonaerense de Avellaneda.
(N.del a.)
[3] Alusión a una
avenida del partido bonaerense de Temperley. (N.del a.)
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