sábado, 16 de noviembre de 2013

Dos ida y vuelta a Santillán y Kosteki

En 1947, al nacionalizar los ferrocarriles ingleses, el primer gobierno peronista tomó la llamativa decisión de imponerles nombres de próceres de un panteón liberal supuestamente denostado por el peronismo (José de San Martín, Manuel Belgrano, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Justo José de Urquiza, Julio Argentino Roca). En 1950, el primer gobierno peronista reforzó esa paradójica tendencia al instrumentar el aparatoso homenaje tributado a San Martín con motivo del centenario del deceso del Libertador.
Más de sesenta años después, bajo otro gobierno peronista, el Congreso argentino ha autorizado a rebautizar la estación ferroviaria de un partido bonaerense bautizado en honor del presidente argentino liberal decimonónico Nicolás Avellaneda, cuya presidencia tuvo como broche de oro la solemne repatriación de los restos mortales de un San Martín fallecido en Francia hacía treinta años. La repatriación del cadáver del Gran Capitán, figura histórica argentina de fama conciliadora, pretendía restañar las heridas lacerantes de la sanguinolenta capitalización de la ciudad de Buenos Aires, oficializada ese mismo año. La sangrienta federalización de la Reina del Plata fue para Avellaneda lo que la guerra de la Triple Alianza para sus predecesores Mitre y Sarmiento y lo que la Expedición al Desierto para su sucesor Roca, sin que ello impida que sendas líneas ferroviarias argentinas sigan estando bautizadas en honor de Mitre, Sarmiento o Roca, cuando bien podrían portar nombres compensatorios como Mariscal Francisco Solano López o Pueblos Originarios.
“A cada chancho le llega su San Martín”, reza la versión argentina de un refrán tan español como los padres del Libertador argentino y alusivo a ese día de san Martín de Tours escogido por muchos campesinos españoles para una matanza de cerdos inevitablemente acompañada de un derramamiento de sangre animal análogo al derramamiento de sangre humana justificado por San Martín en aras de la emancipación sudamericana y rechazado por un San Martín renuente a ayudar a su ex subordinado Juan Galo de Lavalle a sofocar el alzamiento dorreguista de 1828. En la España natal de los padres del Libertador argentino pueden detectarse, hasta la fecha, numerosas señales de la presencia pretérita de una cultura judeo-islámica proclive a vetar el consumo de una carne porcina conceptuada de impura por las teologías hebraica y mahometana. Desde dicha perspectiva, no es raro que los cristianos españoles de los siglos XV y XVI hayan pretendido sacarse de encima a judíos y musulmanes: ¿se imaginan un cocido gallego sin carne porcina?
San Martín parece haber llegado a la tumba de un Álvaro Alsogaray tachado de chancho y promotor de políticas socioeconómicas rechazadas por argentinos como Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, luchadores sociales ultimados por balas policiales disparadas el 26 de junio de 2002 en la estación ferroviaria de Avellaneda, perteneciente al Ferrocarril Roca. El citado partido bonaerense seguirá portando el nombre de Avellaneda. No así su estación ferroviaria, que, por mandato parlamentario, portará, en lo sucesivo, los nombres de Santillán y Kosteki, cuya sangre desciende directamente de la sangre de las tres mil víctimas fatales de la muy traumática federalización de una urbe porteña situada bajo la advocación de san Martín de Tours desde su fundación definitiva en 1580, pese a las objeciones de colonizadores españoles del siglo XVI renuentes a fundar una ciudad americana sin un santo patrono de origen hispánico.  
Llevó bastante tiempo acostumbrar a los porteños a llamar a la Avenida Canning y la calle Cangallo por sus actuales nombres de Scalabrini Ortiz y Tte.Gral.J.D.Perón. Todavía hay bonaerenses que llaman a las Avenidas Hipólito Yrigoyen[1], Crisólogo Larralde[2] y Eva Perón[3] por sus anteriores nombres de Pavón, Agüero y Pasco. La idea en sí no es mala. Es preferible homenajear a dos luchadores populares como Santillán y Kosteki que seguir homenajeando a un prócer de un panteón liberal tan cuestionado como apolillado. Eso sí; veo un poco difícil acostumbrarse a decir a los boleteros del Roca: "dos ida y vuelta a Santillán y Kosteki"


Cartel rebautizando extraoficialmente la estación ferroviaria de Avellaneda en honor de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, antes de la oficialización del cambio de nombre





[1] Alusión a la extensísima avenida nacida cerca de la estación ferroviaria de Avellaneda y extendida entre los partidos bonaerenses de Avellaneda y Brandsen. (N.del a.)

[2] Alusión a una avenida del partido bonaerense de Avellaneda. (N.del a.)

[3] Alusión a una avenida del partido bonaerense de Temperley. (N.del a.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario