martes, 5 de noviembre de 2013

El rigor del destino


En la película estadounidense Escape imposible,  dirigida por el cineasta sueco Mikael Håfström,  Sylvester Stallone personifica a Ray Breslin, autoridad en materia de seguridad penitenciaria propenso a hacerse recluir deliberadamente en instituciones carcelarias para demostrar su vulnerabilidad en lo tocante a fuga de presidiarios.  En el film de Håfström, Stallone, encarcelado junto a Arnold Schwarzenegger, logra fugarse de una prisión presuntamente inexpugnable, montada en un barco que circunnavega los mares y océanos terrestres para mantener alejados a peligrosos convictos de las superficies de tierra firme. Stallone logra huir al atraer al barco un helicóptero militar marroquí capturado por cómplices del fugitivo e incendiar desde el aire un barco-prisión inundado de agua transformada en combustible  por un mecanismo ad-hoc instalado a bordo del buque carcelario.

Arnold Schwarzenegger y  Sylvester Stallone en Escape imposible
En épocas pretéritas, la Argentina supo tener una prisión flotante similar a la exhibida en el film de Håfström e instalada en la Isla Martín García. Difícil parecía huir de una Isla Martín García situada a tres horas de navegación del puerto argentino de Tigre y a un considerable tramo acuático del puerto uruguayo de Carmelo. Difícil parecía huir de una Isla Martín García convertida en presidio para convictos sentenciados a los rudos trabajos forzados consistentes en la explotación de una cantera destinada a compartir con una cooperativa anarquista tandilense la responsabilidad de producir piedra para adoquinar las calles porteñas de principios del siglo XX, destinadas, a su vez, a albergar rieles de tranvías recién electrificados. Difícil parecía huir de una Isla Martín García convertida en “cárcel VIP” para cuatro presidentes argentinos: Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi. Yrigoyen debió aguardar el fin de la dictadura uriburista, rematada por el indulto del ex presidente, para liberarse de unos rigores isleños poco aconsejables para el anciano y achacoso líder radical. Alvear debió optar por exiliarse en su amado París para alejarse de unos rigores isleños matizados por los convictos con el amasado de un famoso pan dulce actualmente elaborado por una panadería isleña explotada por hombres libres y por el ex mandatario con el elegante inodoro portátil de loza inglesa portado por Alvear a Martín García e indudablemente más apropiado para las heces de un miembro de familia patricia que los toscos retretes isleños. Para alejarse de los rigores isleños, Perón debió pretextar una dolencia pulmonar para regresar al continente devenido en triunfal líder de masas. Frondizi debió reemplazar los rigores isleños por los sureños, siendo trasladado de Martín García al periodo barilochense del presidio frondizista. La historia de Martín García y el film de Håfström nos recuerdan que no siempre es factible (ni sencillo) eludir el rigor del destino, como bien nos recordara décadas atrás Gerardo Vallejo en su película homónima, estrenada en una Argentina alfonsinista que luchaba por dejar atrás los horrorosos rigores de la larga noche procesista.
     


Inodoro portátil de loza inglesa, utilizado a principios del decenio de 1930 por el ex presidente constitucional Marcelo Torcuato de Alvear durante su presidio en la Isla Martín García y actualmente conservado en el museo isleño

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