Tras
treinta años de continuidad democrática ininterrumpida, el voto se ha
convertido en una acción rutinaria para el electorado argentino. Atrás han
quedado largas épocas de golpismo cívico-militar, fraude electoral, voto
esporádico o condicionado, sufragio con restricciones genéricas. Durante los últimos tres decenios, los
argentinos nos hemos acostumbrado a elegir a nuestros gobernantes. Desde el anteaño, el lanzamiento de las PASO
nos ha impuesto el saludable hábito de oficializar candidaturas antaño
consagradas en internas o convenciones partidarias frecuentemente cuestionables.
En
1997 me inscribí en el profesorado de Historia dictado en una institución terciaria
del gobierno porteño. La capital argentina acababa de convertirse en una ciudad
autónoma con gobernantes electivos. Poco después de mi ingreso al profesorado,
mi casa de altos estudios recibió su copia de una resolución normalizadora
dictada por el doctor Horacio Sanguinetti,
ex
rector del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) [1]
y
secretario
de Educación del primer gobierno electivo de la Reina del Plata. El doctor Sanguinetti disponía la normalización de las instituciones terciarias del
gobierno porteño. Normalizarlas implicaba emplazarlas a tener autoridades
electivas. Poco después, asumían el primer rector y vicerrector electivos de mi
casa de altos estudios. Desde entonces, mis votos de estudiante o graduado han
contribuido a ungir rectores, vicerrectores, regentes y jefes de departamento de
mi casa de altos estudios, que, por estos días, recibirá mi voto para un
balotaje destinado a dirimir quiénes ocuparán el rectorado y vicerrectorado en
los próximos años.
Sueño con una Argentina
con funcionarios judiciales electivos, alejados del deprimente espíritu
aristocratizante aferrado con lastimosa obstinación por los actuales integrantes
del cuerpo judicial argentino, pese al valeroso intento de democratización judicial
promovido por la presidenta-abogada Cristina Fernández de Kirchner y dejado en
suspenso a cambio de la declaratoria judicial de constitucionalidad de la ley
mediática de 2009. En estos días los Estados Unidos han conmemorado el
cincuentenario del atroz asesinato de su presidente John Fitzgerald Kennedy, el
célebre JFK, masacrado en
Dallas el 22 de noviembre de 1963. Durante mi estancia vacacional geselina de
enero de 1992, compartida con mis padres, mi difunta abuela materna y mi hermana
dos meses y medio antes de mi vigesimosegundo cumpleaños, asistí al estreno
geselino de la película estadounidense JFK, dirigida por mi
admirado Oliver Stone, dueño de un coraje infrecuente entre cineastas estadounidenses
frecuentemente sojuzgados por la añosa tiranía hollywoodense. En el film de Stone, Kevin
Costner encarna a Jim Garrison, célebre fiscal de Nueva Orleans, fallecido
nueve meses después del estreno geselino de JFK y honrado por Stone
con una discreta inclusión en el reparto de su película. En el film de Stone, Costner
interpreta al Garrison de 1963-1969, descontento de las conclusiones de la Comisión
Warren sobre el asesinato de JFK y propulsor de una tesis alternativa sobre el
crimen de Dallas, infructuosamente defendida por el fiscal Garrison ante los
tribunales de Nueva Orleans, con imputados acusados por Garrison y absueltos
por sus jueces. En una escena de JFK, rodada en las calles de Nueva Orleans, el Garrison de
Costner es interceptado por una corista de poca monta interesada en colaborar
con la fallida investigación de Garrison sobre el crimen de Dallas. La
interlocutora de Garrison recuerda haber coincidido brevemente con Garrison
durante la campaña electoral de un Garrison postulado para la fiscalía de
distrito de Nueva Orleans.
Kevin
Costner en JFK
Según
el Stone de JFK,
los Estados Unidos ya tenían funcionarios judiciales electivos en la década de
1960. A los fruncidos magistrados argentinos del decenio de 2010 parece seguir indignándoles
la posibilidad de tener funcionarios judiciales electivos. Garrison atravesaba
su cuarentena al asumir su fiscalía electiva. El nonagenario juez argentino Carlos
Fayt y su septuagenaria colega connacional María Romilda
Servini de Cubría parecen decididos a convertir sus sedes
judiciales en sus sepulcros. No los votó
nadie. Lo cual no les ha impedido votar en las múltiples elecciones
argentinas de los últimos tres decenios. Lo cual no ha impedido convertir en magistrada
cuasi-vitalicia a una jueza Servini de Cubría antológicamente parodiada por un elenco
encabezado por un por un Tato Bores [2] apuntado por mi difunto abuelastro-padrino Ernesto
Pena y afectado por un polémico fallo dictado por la cuestionada jueza el 17 de
mayo de 1992. Lo cual no ha impedido convertir a Servini de Cubría en “Juez
Federal con Competencia Electoral”, según rezaba su tipeada aclaración de firma
en mis designaciones como presidente o suplente de mesas electorales reunidas
en 2011 y 2013. Ariel Perelman, humanizado abogado treintañero encarnado por
Daniel Hendler en la deliciosa película argentina Derecho de familia, estrenada
en 2005, se negaba a abandonar los anacrónicos y onerosos atavíos del
abogado argentino, aunque también a hacerse cargo del estudio jurídico de su
fallecido progenitor y abandonar su defensoría de pobres y ausentes y su cátedra
de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. No parecía interesado
en ser juez. ¿Qué sentido tiene esa ambición en un abogado treintañero
argentino constreñido a ejercer su profesión en un país aparentemente
sentenciado a convertir sus juzgados en hogares de ancianos? ¡Cuán distinta
sería esa situación con funcionarios judiciales electivos!
Derecho de
familia
A
principios de la actual era democrática, hubo una elección peculiar, celebrada
el 25 de noviembre de 1984. En esa ocasión, el electorado argentino no eligió
gobernantes ni oficializó candidaturas.
Al electorado argentino se le pidió que expresara su conformidad o disconformidad con los “términos de la
conclusión de las negociaciones con la República de Chile para resolver el
diferendo relativo en la zona del Canal de Beagle”, según rezaban las boletas
de votación previstas para la ocasión. El centenario diferendo argentino-chileno del
Beagle nos había costado sendos conatos bélicos con nuestros vecinos
transandinos. Era hora de hacer las
paces. Y aquel 25 de noviembre el
electorado argentino falló contundentemente a favor de la paz, aunque ello
pudiera implicar ceder alguna islita fueguina a Chile.
El
plebiscito limítrofe argentino del 25 de noviembre de 1984 caería posteriormente
en un olvido tan injusto como el recaído sobre su talentoso promotor Dante
Caputo, canciller designado por el presidente Raúl Alfonsín. En 2010, al
promover un Día de la Soberanía para el mes de noviembre, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ciñó curiosamente al militarizado concepto liberal-conservador de
soberanía nacional, optando por exaltar la defensa armada de la soberanía
nacional efectuada el 20 de noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado. La
Presidenta optó por conmemorar un ejemplo de defensa armada de una soberanía
nacional plenamente defendible por vías pacíficas, como lo demostraran
ampliamente el plebiscito de 1984 y el
acuerdo del Vaticano, cuyos méritos justificaban ampliamente fijar el Día de la
Soberanía para el 25 de noviembre.
El 25 de noviembre de 1984, el
electorado argentino no eligió presidente, vicepresidente, gobernadores, vicegobernadores,
intendentes, diputados, senadores ni concejales, que ya había elegido en los
históricos comicios nacionales del 30 de octubre de 1983, celebrados tras los
horrores procesistas. Tampoco oficializó candidaturas. La capital argentina
recién elegiría gobierno autónomo en 1996. El 25 de noviembre de 1984, el electorado argentino
votó por algo mucho más esencial. Votó
por la paz entre los pueblos latinoamericanos y, por extensión, del orbe.
Eso convirtió en una elección peculiar al hoy olvidado plebiscito limítrofe
argentino del 25 de noviembre de 1984.
Notas:
[1] Mi hermana cursó la totalidad de sus estudios secundarios en el CNBA, durante el largo rectorado de Sanguinetti. (N.del a.)
[2] Cf.http://www.youtube.com/watch?v=JAWelSek8qQ. (N.del a.)
[1] Mi hermana cursó la totalidad de sus estudios secundarios en el CNBA, durante el largo rectorado de Sanguinetti. (N.del a.)
[2] Cf.http://www.youtube.com/watch?v=JAWelSek8qQ. (N.del a.)
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