lunes, 25 de noviembre de 2013

Una elección peculiar

Tras treinta años de continuidad democrática ininterrumpida, el voto se ha convertido en una acción rutinaria para el electorado argentino. Atrás han quedado largas épocas de golpismo cívico-militar, fraude electoral, voto esporádico o condicionado, sufragio con restricciones genéricas.  Durante los últimos tres decenios, los argentinos nos hemos acostumbrado a elegir a nuestros gobernantes.  Desde el anteaño, el lanzamiento de las PASO nos ha impuesto el saludable hábito de oficializar candidaturas antaño consagradas en internas o convenciones partidarias frecuentemente cuestionables.
En 1997 me inscribí en el profesorado de Historia dictado en una institución terciaria del gobierno porteño. La capital argentina acababa de convertirse en una ciudad autónoma con gobernantes electivos. Poco después de mi ingreso al profesorado, mi casa de altos estudios recibió su copia de una resolución normalizadora dictada por el doctor Horacio Sanguinetti, ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) [1] y secretario de Educación del primer gobierno electivo de la Reina del Plata. El doctor Sanguinetti disponía la normalización de las instituciones terciarias del gobierno porteño. Normalizarlas implicaba emplazarlas a tener autoridades electivas. Poco después, asumían el primer rector y vicerrector electivos de mi casa de altos estudios. Desde entonces, mis votos de estudiante o graduado han contribuido a ungir rectores, vicerrectores, regentes y jefes de departamento de mi casa de altos estudios, que, por estos días, recibirá mi voto para un balotaje destinado a dirimir quiénes ocuparán el rectorado y vicerrectorado en los próximos años.
Sueño con una Argentina con funcionarios judiciales electivos, alejados del deprimente espíritu aristocratizante aferrado con lastimosa obstinación por los actuales integrantes del cuerpo judicial argentino, pese al valeroso intento de democratización judicial promovido por la presidenta-abogada Cristina Fernández de Kirchner y dejado en suspenso a cambio de la declaratoria judicial de constitucionalidad de la ley mediática de 2009. En estos días los Estados Unidos han conmemorado el cincuentenario del atroz asesinato de su presidente John Fitzgerald Kennedy, el célebre JFK, masacrado en Dallas el 22 de noviembre de 1963. Durante mi estancia vacacional geselina de enero de 1992, compartida con mis padres, mi difunta abuela materna y mi hermana dos meses y medio antes de mi vigesimosegundo cumpleaños, asistí al estreno geselino de la película estadounidense JFK, dirigida por mi admirado Oliver Stone, dueño de un coraje infrecuente entre cineastas estadounidenses frecuentemente sojuzgados por la añosa tiranía hollywoodense. En el film de Stone, Kevin Costner encarna a Jim Garrison, célebre fiscal de Nueva Orleans, fallecido nueve meses después del estreno geselino de JFK y honrado por Stone con una discreta inclusión en el reparto de su película. En el film de Stone, Costner interpreta al Garrison de 1963-1969, descontento de las conclusiones de la Comisión Warren sobre el asesinato de JFK y propulsor de una tesis alternativa sobre el crimen de Dallas, infructuosamente defendida por el fiscal Garrison ante los tribunales de Nueva Orleans, con imputados acusados por Garrison y absueltos por sus jueces. En una escena de JFK, rodada en las calles de Nueva Orleans, el Garrison de Costner es interceptado por una corista de poca monta interesada en colaborar con la fallida investigación de Garrison sobre el crimen de Dallas. La interlocutora de Garrison recuerda haber coincidido brevemente con Garrison durante la campaña electoral de un Garrison postulado para la fiscalía de distrito de Nueva Orleans.

Kevin Costner en JFK
Según el Stone de JFK, los Estados Unidos ya tenían funcionarios judiciales electivos en la década de 1960. A los fruncidos magistrados argentinos del decenio de 2010 parece seguir indignándoles la posibilidad de tener funcionarios judiciales electivos. Garrison atravesaba su cuarentena al asumir su fiscalía electiva. El nonagenario juez argentino Carlos Fayt y su septuagenaria colega connacional María Romilda Servini de Cubría parecen decididos a convertir sus sedes judiciales en sus sepulcros. No los votó nadie. Lo cual no les ha impedido votar en las múltiples elecciones argentinas de los últimos tres decenios. Lo cual no ha impedido convertir en magistrada cuasi-vitalicia a una jueza Servini de Cubría antológicamente parodiada por un elenco encabezado por un por un Tato Bores [2] apuntado por mi difunto abuelastro-padrino Ernesto Pena y afectado por un polémico fallo dictado por la cuestionada jueza el 17 de mayo de 1992. Lo cual no ha impedido convertir a Servini de Cubría en “Juez Federal con Competencia Electoral”, según rezaba su tipeada aclaración de firma en mis designaciones como presidente o suplente de mesas electorales reunidas en 2011 y 2013. Ariel Perelman, humanizado abogado treintañero encarnado por Daniel Hendler en la deliciosa película argentina Derecho de familia, estrenada en 2005, se negaba a abandonar los anacrónicos y onerosos atavíos del abogado argentino, aunque también a hacerse cargo del estudio jurídico de su fallecido progenitor y abandonar su defensoría de pobres y ausentes y su cátedra de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. No parecía interesado en ser juez. ¿Qué sentido tiene esa ambición en un abogado treintañero argentino constreñido a ejercer su profesión en un país aparentemente sentenciado a convertir sus juzgados en hogares de ancianos? ¡Cuán distinta sería esa situación con funcionarios judiciales electivos!


   


Derecho de familia
A principios de la actual era democrática, hubo una elección peculiar, celebrada el 25 de noviembre de 1984. En esa ocasión, el electorado argentino no eligió gobernantes ni oficializó candidaturas.  Al electorado argentino se le pidió que expresara su conformidad o  disconformidad con los “términos de la conclusión de las negociaciones con la República de Chile para resolver el diferendo relativo en la zona del Canal de Beagle”, según rezaban las boletas de votación previstas para la ocasión.  El centenario diferendo argentino-chileno del Beagle nos había costado sendos conatos bélicos con nuestros vecinos transandinos.  Era hora de hacer las paces.  Y aquel 25 de noviembre el electorado argentino falló contundentemente a favor de la paz, aunque ello pudiera implicar ceder alguna islita fueguina a Chile.

Boletas de votación utilizadas en el plebiscito limítrofe argentino del 25 de noviembre de 1984
El plebiscito limítrofe argentino del 25 de noviembre de 1984 caería posteriormente en un olvido tan injusto como el recaído sobre su talentoso promotor Dante Caputo, canciller designado por el presidente Raúl Alfonsín. En 2010, al promover un Día de la Soberanía para el mes de noviembre, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se ciñó curiosamente al  militarizado concepto liberal-conservador de soberanía nacional, optando por exaltar la defensa armada de la soberanía nacional efectuada el 20 de noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado. La Presidenta optó por conmemorar un ejemplo de defensa armada de una soberanía nacional plenamente defendible por vías pacíficas, como lo demostraran ampliamente el plebiscito de 1984 y  el acuerdo del Vaticano, cuyos méritos justificaban ampliamente fijar el Día de la Soberanía para el 25 de noviembre.
El 25 de noviembre de 1984, el electorado argentino no eligió presidente, vicepresidente, gobernadores, vicegobernadores, intendentes, diputados, senadores ni concejales, que ya había elegido en los históricos comicios nacionales del 30 de octubre de 1983, celebrados tras los horrores procesistas. Tampoco oficializó candidaturas. La capital argentina recién elegiría gobierno autónomo en 1996. El 25 de noviembre de 1984, el electorado argentino votó por algo mucho más esencial. Votó por la paz entre los pueblos latinoamericanos y, por extensión, del orbe. Eso convirtió en una elección peculiar al hoy olvidado plebiscito limítrofe argentino del 25 de noviembre de 1984.   







Notas:

[1] Mi hermana cursó la totalidad de sus estudios secundarios en el CNBA, durante el largo rectorado de Sanguinetti. (N.del a.)

[2] Cf.http://www.youtube.com/watch?v=JAWelSek8qQ. (N.del a.) 

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