que es un brujo el amor
a media luz los besos
a media luz los dos
Y todo a media luz
crepúsculo interior
¡Qué suave terciopelo
la media luz de amor!
Juncal 12, 24
telefoneá sin temor
de tarde té con masitas
de noche tango y cantar
los domingos pies danzantes
los lunes desolación
hay de todo en la casita
almohadones y divanes
como en botica cocó
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor
Edgardo Donato y Carlos Lenzi
A media luz (1924)
Casi noventa años después, en una Reina del Plata semidestronada por el calor insoportable y los interminables cortes de luz, el panorama social pinta mucho menos romántico que en el tango de Donato y Lenzi. En este complejo diciembre de 2013, los porteños a media luz no buscan besos ni amores brujos, sino que se puedan encender las lamparitas, los splits, los ventiladores, los freezers, los hornos de microondas. El romanticismo gardeliano ha sido impiadosamente destronado por el inflexible pragmatismo del segundo decenio del siglo XXI. La Reina del Plata ya no es la ciudad adoptada como patria chica por una Berta Gardes afanada en impecables planchados al carbón junto a un Carlos Gardes afanado en ensayar payadas de Betinotti, sino la urbe padecida como residencia de amas de casa aparentemente constreñidas a aprender a utilizar las planchas de carbón de sus bisabuelas, preservadas en baúles de inmigrantes conservados como decoración de salas de estar por las acaloradas biznietas de sus propietarias originales. Ya no se telefonea sin temor a Juncal 12,24, sino con bronca a contestadores de compañías eléctricas aparentemente decididas a hacer volver a la Reina del Plata a las velas de sebo encendidas por Mariano Moreno al prologar encendidamente su castellanización del original francófono del rousseauniano Contrato social: «Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos sin destruir la tiranía».
Los porteños sin luz y con calor reclaman la vulgarización de sus derechos ante compañías eléctricas aparentemente decididas a negar el té con masitas y brindar desolaciones de lunes a precio de oro. Así transita la Reina del Plata el siglo de su medio milenario, casi un siglo y medio después de la presentación en sociedad de la lámpara incandescente edisoniana.
Juan de Garay refundando la Ciudad de Buenos Aires (11.06.1580)
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